viernes, 22 de agosto de 2014

NECROFILIA

 
                         necrofilia
                                                            

Año 1973, Facultad de Medicina, mi primera práctica en la asignatura de Anatomía Humana, me iba a marcar de por vida y por eso estoy todavía en la cárcel, catorce años después.
 
Primero nos llevaron por el museo de los horrores que tiene la cátedra, el bedel de nombre Aurelio, una persona mayor, enjuta y ligeramente encorvada que nos precedía por los pasillos, encendiendo unas pobres luces y haciendo ruido con el gran manojo de llaves.
 

Llegó a una puerta negra y con una llave herrumbrosa la abrió, entró y con la mano bajó una palanca e inmediatamente se fueron encendiendo unos fluorescentes hasta dejar iluminado un recinto enorme con grandes vitrinas y armarios de madera como de otra época.
 

Empezamos a pasear entre los expositores y a izquierda y derecha, grandes frascos llenos de un líquido amarillento y turbio dejaban ver cabezas cortadas por la mitad, apreciándose el cerebro, los dientes y la lengua en una mueca de asco y terror.
 


Otros frascos de diversos tamaños con fetos en diferente momento de evolución, con sus posturas encogidas y el cordón umbilical como el cable de los astronautas, que a veces por las irisaciones del líquido y la iluminación parecían moverse.
 

Yo me iba encogiendo según avanzaba por el pasillo y al dar la vuelta , en una especie de rotonda estaban los abortos monstruosos, con dos cabezas, varios miembros, parte de un cuerpo que emerge de otro y una cabeza de un bebé precioso al que le faltaba la calota craneal dejando ver las circunvalaciones cerebrales.
 

Me apoyé en el lateral de una de las vitrinas medio mareada y entre dos compañeros me llevaron a una bancada de madera y siguieron su paseo.

Cuando me estaba recuperando, levanté mis ojos y en el cristal de enfrente me vi con los brazos apoyados en mi falda y tras mi imagen que se fue difuminando, empezó a definirse una multitud de tarros grandes con penes y testículos de diversos tamaños y formas que flotaban libremente. Me doy la vuelta asqueada y a mi espalda troncos de mujer cortados longitudinalmente, dejando ver los labios, vaginas y úteros, uno de ellos con un pequeño embrión.

Me levanté con la intención de huir de allí, pero me tropecé con algo y caí, perdiendo la consciencia.
 
 

No sé cuánto tiempo pasó, pero al abrir los ojos una especie de sábana dejaba entrever una luz a su través. Me quise tocar la nuca porque me dolía pero unas cuerdas o bandas en mis muñecas me lo impidieron. Notaba frío en el cuerpo y la sensación de estar desnuda y encima de una mesa de mármol, además creo que me había orinado. Las piernas, abiertas tampoco podía moverlas.

Al rato, noté como alguien me tocaba a través de la tela, como me pellizcaba los pezones e introducía algo en mi. Grité cuanto pude, pero una mano me tapó la boca y una sombra se acercó a mi oreja y me susurró - Estás sola, les he dicho que como te encontrabas mal te habías ido, nadie sabía tu nombre.

Se deslizó la sábana hacia abajo y apareció ante mí el bedel, que introduciéndome una gasa en la boca, se retiró hacia una mesa auxiliar y mientras caminaba pude levantar un poco la cabeza y ver que estaba desnudo. Puso un LP en un tocadiscos y empezó a cantar Alice Cooper la canción "I live the dead" y dándose la vuelta y bailando se acercaba a mi balanceando su pene enhiesto de un lado a otro.

- No te preocupes querida. Me dijo al oído.- Me gustarás más cuando estés muerta, ahora solo voy a jugar contigo.
 

Ahogándome e intentando escapar, no dejaba de moverme y él de tocarme y pegarme. Acercó una mesa con ruedas y de un tarro de cristal sacó un pene enorme y verdoso que me introdujo lo que pudo a pesar de mi resistencia y lo dejó dentro. Yo notaba como los fluidos me resbalaban por los muslos y él se reía.

Cogió un bisturí y con suavidad me lo pasaba por todo el cuerpo, no sentía dolor pero sí notaba como la sangre caliente huía de mi ser.

Tres días me tuvo así, atada, sin comer ni beber y haciendo lo que se le ocurría con mi cuerpo, venía a deshora y yo no podía saber si era de noche o de día.

Una vez me dejó un feto abortivo sin media cabeza, maloliente, al lado de la mía, cuando se fue conseguí empujarlo fuera de la mesa de mármol y sonó en el suelo como un golpe seco que me desgarró el corazón. Deseaba morir, no quería continuar sufriendo el maltrato de ese monstruo y pensar lo que me deparaba el futuro me producía un terror indescriptible.
 

Decidí intentar provocarle para que me matara y así terminar mi agonía y en cuanto apareció, me puse a insultarlo con las peores palabras que acudían a mi mente.

Se echó a reír y tomando el bisturí se dedicó a cortarme, pero esta vez yo me revolvía e intentaba desestabilizarle y en un momento y sin que él se diera cuenta dio un tajo a la banda de mi muñeca derecha, disimulé y en un descuido mi mano asió un botador que introduje por su ojo izquierdo hasta el mango. Cayó hacia atrás y entró en convulsión.
 

Me incorporé y cogiendo el bisturí me liberé del resto y me dejé caer al suelo, sin fuerzas por la pérdida de sangre y la inanición.
 
 
 
 

Repté hacia la bestia que seguía convulsionando, saqué el botador de la órbita y un chorro de sangre me cayó en la cara. Bebí y me lavé en una pila y volviendo donde estaba le até con esparadrapos después de desnudarlo.

Con su ojo sano me miraba con terror y lo cerraba fuertemente, así que con el bisturí le rebané los párpados, quería que me viera todo el rato.

Le fui desollando con paciencia y delicadeza durante horas y al llegar a sus órganos se los extirpé, dejando que se desangrara lentamente.
 

Nos encontraron horas después, uno al lado del otro, él con su pene en la boca y el ojo fijo en mi.

Me curaron, me hicieron múltiples estudios psicológicos y psiquiátricos y me condenaron a 15 años, pues en ningún momento me arrepentí de lo que había hecho.

 

2 comentarios:

  1. Inmenso, Epífisis, terriblemente visual y duro, incluso sin imágenes. Ya no me lo quito de la cabeza. Enhorabuena.
    Un saludo
    JM

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  2. Cuando apareció la noticia de los cadáveres de la facultad de Medicina de la UCM, recordé, Juan M., el museo de los horrores del sótano de Anatomía humana, es como lo describo y si se conociera, no dudo que lo hicieran desaparecer, igual que hicieron con el cadáver del negro de Banyoles? expuesto en Barcelona.
    Es de otra época y caduco.
    Un saludo

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